Tell me, dear reader. If you were looking for a generic word to name the dish that I’m about to describe – the family of dishes from which it comes, if you will. What would you call the following?
It’s a bowl of hot liquid containing greens - usually grelos (turnip leaves) - potatoes, beans, and one or more meaty ingredients like chorizo, lacon or pancetta. So, what are we calling this? You’re thinking soup, right? WRONG! You’ve not only lost your hard-earned prize pot, you’ve earned the scorn of any Galician who happens to be around when you made your entirely reasonable – to me, at any rate – guess.
When the came to the table the waiter, a personable and locally very well-known chap who happens to be from elsewhere, not unreasonably asked who’d ordered soup. The good-natured indignation which followed saw him instantly corrected by a chorus of ‘caldo, not soup’ that could have been rehearsed, so perfectly synchronised was it.
To Galicians, this is not soup. It’s caldo - and there ends the discussion.
Let’s see if the lesson has stuck. I’m going to describe another dish, a dessert this time, and let’s see what we get. This one’s a light, fluffy, baked dish comprising mainly flour, butter, sugar and egg with a little baking powder, typically enjoyed with a coffee.
It’s cake, right? NO, you erudite young fool. You must NOT under any circumstances call bica, the dish I quite clearly just described, ‘cake’.
I can sometimes tell how well I’ve taken to living here (and it’s been, to my astonishment, almost ten years already) by my own instinctive reaction to these things. I didn’t mind in the least that our waiter called the caldo ‘soup’, but I knew instantly that he’d be cheerfully put right, in no uncertain terms. These culinary questions, though they never of course provoke serious offence, matter here. Galicians take their food seriously, and it’s rightly earned them a reputation wherever you go in Spain that if you come to visit, you’ll eat well.
I find myself more or less constantly aware that I shouldn’t be eating so much chorizo, or those delicious little isosceles slices of cheese that come with the red wine you order in the bar. But they’re so damn good that I ignore my own disapproving mind. And speaking of wine, the whites in particular from around here: I’m thinking of Albariño and Godello especially, are also extremely drinkable.
So should you come and visit, be advised. The food in rural areas such as I live may lack the spiciness we Brits love so much, and the huge international variety available in major cities in the UK. But if you’re anything like me, you’ll eat until you’re ready to pop – only, very probably, to be told by your host for the evening that you ‘hardly eat anything.’ Salud!
Dime, querido lector. Si estuvieras buscando una palabra genérica para nombrar el plato que voy a describir, la familia de platos de la que proviene, por así decirlo. ¿Cómo llamarías al siguiente plato?
Es un cuenco de líquido caliente que contiene verduras, normalmente grelos, patatas, alubias y uno o más ingredientes cárnicos como chorizo, lacón o panceta. En cualquier lugar del mundo ¿cómo se llama? Estás pensando en sopa, ¿verdad? ¡ERROR! No sólo has perdido tu preciado premio, sino que te has ganado el desprecio de cualquier gallego que estuviera presente cuando hiciste tu suposición, totalmente razonable, al menos para mí. ¿Por qué menciono esto? Porque, aunque la comida gallega es extremadamente buena, a veces las líneas están muy marcadas, y ay de aquel que se atreva a traspasarlas.
El domingo, sentados a almorzar en uno de los restaurantes de nuestro pueblo que ofrece un menú completo de varios platos, tres de nosotros pedimos este delicioso plato, el caldo, como entrante. Cuando llegó a la mesa, el camarero, un tipo afable y muy conocido en la zona, que resulta ser de otro país, preguntó, con toda razón, quién había pedido sopa. La indignación bonachona que siguió le hizo corregirse al instante con un coro de «caldo, no sopa» que podría haber sido ensayado, tan perfectamente sincronizado estaba. Para los gallegos, esto no es sopa. Es caldo, y ahí termina la discusión.
Veamos si la lección ha calado. Voy a describir otro plato, esta vez un postre, y veremos qué obtenemos. Se trata de un plato ligero y esponjoso, horneado, compuesto principalmente por harina, mantequilla, azúcar y huevo con un poco de levadura en polvo, que se suele tomar con café. Es un pastel, ¿verdad? NO, joven erudito y necio. Bajo ninguna circunstancia debes llamar «tarta» a la bica gallega, el plato que acabo de describir claramente.
A veces puedo darme cuenta de lo bien que me siento viviendo aquí (y, para mi sorpresa, ya han pasado casi diez años) por mi reacción instintiva ante estas cosas. No me importó en absoluto que nuestro camarero llamara «sopa» al caldo, pero supe al instante que se le corregiría alegremente, sin ambigüedades. Estas cuestiones culinarias, aunque por supuesto nunca provocan una ofensa grave, aquí son importantes.
Los gallegos se toman muy en serio la comida, y eso les ha valido una merecida reputación en toda España: si vienes de visita, comerás bien. Soy más o menos consciente de que no debería comer tanto chorizo, o esas deliciosas lonchas de queso que acompañan al vino tinto que pides en el bar. Pero están tan buenos que ignoro mi propia mente desaprobadora. Y hablando de vino, los blancos de esta zona en particular, me refiero sobre todo al Albariño y al Godello, también son muy fáciles de beber.
Así que, si vienes de visita, tenlo en cuenta. La comida en las zonas rurales como en la que vivo puede carecer del picante que tanto nos gusta a los británicos y de la enorme variedad internacional que hay en las grandes ciudades del Reino Unido. Pero si eres como yo, comerás hasta que estés a punto de reventar, sólo para que, muy probablemente, tu anfitrión te diga que «apenas has comido nada». ¡Salud!