Wednesday, 11 September 2024

Tough decisions in a difficult period

En español abajo

As you’ll have seen from the preceding entry, I’ve had to do a lot of flying lately. It’s tied up with having needed to spend quite a bit of time in the UK recently, because of developments with my (that is to say, our, because my brother handles most of the burden of responsibility) mother. She has had to move to a residential facility with a greater focus on dementia specialism than where she was, as a consequence of the inexorable progress of the disease.

This has resulted in a difficult period, during which we’ve had to look round dementia care homes that look and feel more like hospitals than residences, for obvious reasons, trying to decide which may offer the best experience for her.

Mum’s dementia is advancing, as it does so pitilessly, and her behaviours are changing. Long-term care plans have to take account of that. But let me tell you, separating emotion from the rational and practical considerations of her care needs is fucking difficult enough to make you weep.

How you’re supposed to know which will be the place at which she’s not just well looked after, but might actually enjoy some semblance of happiness, when you’re not a dementia specialist and many of the places look and feel similar, is beyond me.


A concern is whether, for example, she may be able to build relationships with the care staff in the same way that she did in the previous home. The staff there were visibly upset that she had to leave, but the management took a decision in the interests of all the residents and it’s one we have to try to accept, understand and deal with. When it’s your mum, though… fucking hell. It’s not easy to be sanguine about it.

The logistics of such a move are not simple, either. The care industry in Britain is, like so much of the overall healthcare infrastructure, not in a great state. Most care homes are privately run and therefore funding comes from the estate of the residents - houses are sold to pay for their care, and only when that all-but runs out do you start getting financial assistance. 


However, negotiating the complex web of bureaucracy and regulation to get somebody assessed, obtaining the legal paperwork to make decisions on their behalf, and securing that financial assistance, are all extremely complicated and time-consuming. And even then, what you get of course doesn’t come close to covering the care fees, leaving family members to pick up the considerable difference between the two.


How people handle it when they have limited means, lower levels of education or, frankly, the time and energy to deal with it is beyond me. I flew back over, having already spent some time in the UK previously while we looked at these places, to help with the move itself. It was the least I could do when my younger brother has handled this stuff for a number of years while holding down a demanding job and having other matters of considerable weight to deal with.

That’s probably why he has, I think, struggled to separate emotion from exigency more than I have. From the moment mum wandered off into the night looking to go ‘home’ over two years back now, prompting us to realise her time living at home had come to an end, through the search and decision-making over where to place her, to now having to move her once again, I’ve analysed my own thoughts for any sign that we were trying to make our lives easier, not hers better.

I have found no such thoughts. I’m happy that we’ve tried, within the narrowing options available to us and the limited number of places available even in eye-waveringly expensive residences, to make the right call for her well-being at every point. But the agony of not knowing if you’ve decided correctly stings deeply, let me tell you.

I write this flying home with a sense of the unknown weighing heavily on my mind. When we were sitting with her at the previous residence, having a final cup of tea before we left there for the last time, I almost broke down in tears. It was a bit of everything, really. The position my mum finds herself in, one that of all people she deserves not in the fucking least. The sense of guilt that feels crushing, despite what I’ve said above about trying to make decisions with her well-being placed above other considerations. And the feeling that this is just another step on the downward cycle of a disease that’s slowly taking her from us even while she’s alive.

I’ll leave with a positive note. There are still clear elements of the mum that loved and took care of us so completely, to the detriment of considerations of self, throughout our lives. Mentioning that I was about to head home to Spain, even though I knew that information would not be retained in her mind, she immediately asked if I needed her to make me a sandwich for the trip. Exactly the same response when I told her a friend’s nephew was getting married. Straight away, the thought of what she could do for somebody else.

That sweet tooth, too. She doesn’t eat as much now as she once did, but put a cuppa and a biscuit in front of her, maybe a slice of lemon cake or some ice cream, and it’s hoovered up in short order. Far from worrying about what this will do to her few remaining teeth, this makes me happy that she’s still getting pleasure out of something in her life. Love you, mum.


Como habrás visto en la entrada anterior, últimamente he tenido que volar mucho. Esto se debe a que recientemente he tenido que pasar bastante tiempo en el Reino Unido, a causa de la evolución de mi (es decir, nuestra, porque mi hermano asume la mayor parte de la responsabilidad) madre. Ha tenido que trasladarse a un centro residencial más especializado en demencias que donde estaba, como consecuencia del inexorable avance de la enfermedad.

Esto ha dado lugar a un periodo difícil, durante el cual hemos tenido que mirar residencias para personas con demencia que parecen y se sienten más como hospitales que como residencias, por razones obvias, intentando decidir cuál puede ofrecer la mejor experiencia para ella.

La demencia de mamá avanza, como lo hace sin piedad, y sus comportamientos están cambiando. Los planes de cuidados a largo plazo tienen que tenerlo en cuenta. Pero déjame decirte que separar las emociones de las consideraciones racionales y prácticas de sus necesidades de cuidados es tan jodidamente difícil que te hace llorar.

Cómo se supone que vas a saber cuál será el lugar en el que ella no sólo estará bien cuidada, sino que realmente podrá disfrutar de cierta apariencia de felicidad, cuando no eres un especialista en demencia y muchos de los lugares parecen y se sienten similares, está más allá de mí.

Nos preocupa, por ejemplo, si podrá entablar relaciones con el personal asistencial del mismo modo que lo hacía en la residencia anterior. El personal estaba visiblemente disgustado por su marcha, pero la dirección tomó una decisión en interés de todos los residentes y tenemos que intentar aceptarla, entenderla y asumirla. Pero cuando se trata de tu madre... joder. No es fácil ser optimista al respecto.

La logística de un traslado así tampoco es sencilla. El sector de la asistencia en Gran Bretaña, como gran parte de la infraestructura sanitaria en general, no está en un gran estado. La mayoría de las residencias son privadas y, por tanto, la financiación procede del patrimonio de los residentes: las casas se venden para pagar los cuidados y sólo cuando todo eso se agota se empieza a recibir ayuda económica. 

Sin embargo, negociar el complejo entramado burocrático y normativo para que alguien sea evaluado, obtener la documentación legal para tomar decisiones en su nombre y conseguir esa ayuda económica es extremadamente complicado y requiere mucho tiempo. Y aun así, lo que se recibe no llega ni de lejos a cubrir los gastos de asistencia, por lo que los familiares tienen que asumir la considerable diferencia entre ambos.

No entiendo cómo se las arregla la gente con medios limitados, un bajo nivel educativo o, francamente, el tiempo y la energía necesarios. Volé de vuelta, después de haber pasado algún tiempo en el Reino Unido mientras buscábamos estos lugares, para ayudar con la mudanza en sí. Era lo menos que podía hacer cuando mi hermano pequeño lleva años ocupándose de estas cosas mientras tiene un trabajo exigente y otros asuntos de considerable peso.

Probablemente por eso, creo que le ha costado más que a mí separar la emoción de la exigencia. Desde el momento en que mamá se adentró en la noche buscando «casa», hace ahora más de dos años, lo que nos hizo darnos cuenta de que su tiempo en casa había llegado a su fin, pasando por la búsqueda y la toma de decisiones sobre dónde ubicarla, hasta ahora, que tenemos que trasladarla una vez más, he analizado mis propios pensamientos en busca de cualquier signo de que intentábamos hacer nuestra vida más fácil, no la suya mejor.

No he encontrado tales pensamientos. Me alegro de que hayamos intentado, dentro de las opciones cada vez más limitadas de que disponíamos y del escaso número de plazas disponibles, incluso en residencias muy caras, tomar la decisión correcta para su bienestar en cada momento. Pero la agonía de no saber si has decidido correctamente escuece profundamente, permíteme que te lo diga.

Escribo esto volando de vuelta a casa con una sensación de lo desconocido pesando mucho en mi mente. Cuando estábamos sentados con ella en la residencia anterior, tomando una última taza de té antes de irnos de allí por última vez, casi rompo a llorar. En realidad, fue un poco de todo. La posición en la que se encuentra mi madre, una posición que no se merece en absoluto. El sentimiento de culpa que me aplasta, a pesar de lo que he dicho antes sobre intentar tomar decisiones teniendo en cuenta su bienestar por encima de otras consideraciones. Y la sensación de que esto no es más que otro paso en el ciclo descendente de una enfermedad que nos la está arrebatando poco a poco incluso mientras está viva.

Me despido con una nota positiva. Todavía hay elementos claros de la mamá que nos amó y cuidó tan completamente, en detrimento de consideraciones de sí misma, a lo largo de nuestras vidas. Al mencionarle que estaba a punto de volver a casa, a España, aunque sabía que esa información no se le quedaría grabada en la mente, me preguntó inmediatamente si necesitaba que me hiciera un bocadillo para el viaje. Exactamente la misma respuesta cuando le dije que se casaba el sobrino de un amigo. Enseguida pensó en lo que podía hacer por otra persona.

También es golosa. Ahora no come tanto como antes, pero si le pones delante una taza de té y una galleta, o quizá un trozo de tarta de limón o un helado, se lo traga enseguida. Lejos de preocuparme por lo que esto le pueda hacer a los pocos dientes que le quedan, me hace feliz que siga disfrutando de algo en su vida. Te quiero, mamá.

Saturday, 7 September 2024

Building community on a budget

En español abajo.

There’s an old saying that Brits love a crisis. Certainly, when confronted with disrupted travel plans – a long way from a crisis but seemingly the benchmark by which we seem to start talking to people with whom we’re not familiar– my experience is that we’re more garrulous than usual. 

As I write, I’m sitting on a flight to Gatwick from Madrid. It’s a journey I make a lot, and one in which the default setting is that Spaniards talk to each other fairly commonly, and Brits don’t. However, this flight should have left yesterday.

Passing through the gate and boarding a bus for a 9:40pm take-off, we stood on said vehicle completely motionless for about half an hour, with no explanation for the delay. The ground and gate crew didn’t know what was happening at first, which seems to be the starting gun for English-language conversation. Gatwick had experienced thunderstorms and, informed of an additional two-hour delay to their landing window, the crew would have been over their legal working time limit. Off the bus, back into the terminal.

We were told the flight would be delayed and that they were ‘trying to persuade the captain to fly’. Nonsense, of course - there are legal limits beyond which the crew can’t work in any 24-hour period, and they rightly refused to exceed it, even if such unlikely efforts to persuade them otherwise were made. Flight cancelled.

By this point, we’re no longer a group of strangers. Suddenly we all have something in common. We have to troop out of the airport, queueing at passport control to do so, before waiting for the bags that never made it beyond the tarmac to be delivered back to their owners. Then another wait for buses to take us all to a hotel for the night, with the flight rescheduled for today.

Of course, 150-something people arriving at a hotel at what was past midnight by the time we got there is not something they’d have been prepared for. The two harassed individuals who had to check this sudden deluge of tired and in some cases exasperated people, some with kids, were impeccably calm but would have been understandably taken aback by the turn of events in what they’d have probably expected to be a quiet night. 

As my time at the desk finally approached, the Spanish couple in front of me greeted the receptionist with the fairly standard 'Que tal?' Essentially, 'How's it going?' 'Mejor noche de mi vida,' she answered, with an entirely straight face. 'Best night of my life.'

Her sarcasm was nonetheless fairly typical of the good humour that most people displayed over the course of this debacle, and everybody’s chatting by this point. A sort of cheerful acceptance has come over people. 

I didn’t get to my room until 3am, and apparently we were one of three flights to suffer the same fate with the same airline last night. At one point in the interminable wait to check in, hundreds more people from one of the other two planes arrived at the same hotel, only to be told there wouldn't be room for them and they had to board the buses once again and go to another hotel. I can only imagine what time they got to bed.

This morning, after an unexpected night in what was a pleasant, four-star hotel, and a take-full-advantage-of-the-unexpected-buffet breakfast, we’re all back on buses again and brought back to the airport to try again.

Of course, by now, we’re not passengers. We’re a community. People are saying hi to those they spoke to as the ‘crisis’ unfolded last night. The airline is flying home a large group of people, many of whom are at least on nodding terms of familiarity now. Stories and pictures of kids have been exchanged. Missed plans and tales of ongoing travel disruption have been shared, and some Spanish to English translation provided. 
The pilot was good enough to address the passengers to explain everything that had happened, coming out of the cockpit to speak to everybody as he did so. In the main, everybody’s taken it in good spirit and with commendable patience.

Indeed there’s a visibly different and friendlier dynamic on board than I’m used to, and as I say, I make this journey a lot. So, while I’m going to arrive later than I’d planned, I got a free night in a decent hotel, a fuck-off breakfast, hopefully £220 in compensation and even watched an ethereal community form and dissipate.

I’ll take that on EasyJet.

P.S. I'm obviously posting this after the fact, not being able to do so mid-flight. One last note to add. On the descent, the plane suddenly lurched upward into the sky once more, a go-around being necessary for some reason. Cue some light screaming, but the captain calmly assured us that all was well. A preceding plane had reported a bird strike on landing and air-traffic control wanted to check the runway was clear. So one last little footnote on what we'll just put down as a little adventure, shall we?



Hay un viejo refrán que dice que a los británicos les encantan las crisis. Ciertamente, cuando nos enfrentamos a planes de viaje interrumpidos -muy lejos de una crisis, pero aparentemente el punto de referencia por el que parecemos empezar a hablar con gente con la que no estamos familiarizados- mi experiencia es que somos más charlatanes de lo habitual. 

Mientras escribo, estoy sentado en un vuelo a Gatwick desde Madrid. Es un viaje que hago a menudo y en el que, por defecto, los españoles hablan entre ellos con bastante frecuencia y los británicos no. Sin embargo, este vuelo debería haber salido ayer.

Al pasar por la puerta de embarque y subir a un autobús para despegar a las 21:40, nos quedamos parados en dicho vehículo completamente inmóviles durante una media hora, sin ninguna explicación por el retraso. Al principio, el personal de tierra y de la puerta de embarque no sabía lo que pasaba, lo que parece ser el pistoletazo de salida de una conversación en inglés. Gatwick había sufrido tormentas eléctricas y, al ser informados de un retraso adicional de dos horas en su ventana de aterrizaje, la tripulación habría sobrepasado su límite legal de tiempo de trabajo. Bajamos del autobús y volvemos a la terminal. 

Nos dijeron que el vuelo se retrasaría y que estaban «intentando convencer al capitán para que volara». Tonterías, por supuesto - hay límites legales más allá de los cuales la tripulación no puede trabajar en cualquier período de 24 horas, y con razón se negaron a superarlo, incluso si se hicieron esfuerzos tan improbables para persuadirlos de lo contrario. Vuelo cancelado. 

A estas alturas, ya no somos un grupo de desconocidos. De repente, todos tenemos algo en común. Tenemos que salir del aeropuerto, hacer cola en el control de pasaportes y esperar a que nos entreguen las maletas que no han salido de la pista. Luego, otra espera para que los autobuses nos lleven a todos a un hotel para pasar la noche, con el vuelo reprogramado para hoy. 

Por supuesto, la llegada de 150 personas a un hotel pasada la medianoche no es algo para lo que estuvieran preparados. Las dos acosadas personas que tuvieron que atender a este repentino aluvión de gente cansada y en algunos casos exasperada, algunos con niños, estaban impecablemente tranquilas pero se habrían sentido comprensiblemente desconcertadas por el giro de los acontecimientos en lo que probablemente habrían esperado que fuera una noche tranquila. 

Cuando por fin se acercaba mi hora en el mostrador, la pareja española que tenía delante saludó a la recepcionista con el típico «¿Qué tal?» «Mejor noche de mi vida», contestó ella con una cara totalmente seria.
Su sarcasmo es, sin embargo, bastante típico del buen humor que la mayoría de la gente muestra en el transcurso de esta debacle, y todo el mundo está charlando a estas alturas. Una especie de alegre aceptación se ha apoderado de la gente. 

No llegué a mi habitación hasta las 3 de la madrugada y, al parecer, fuimos uno de los tres vuelos que corrieron la misma suerte con la misma compañía aérea anoche. En un momento de la interminable espera para facturar, cientos de personas de uno de los otros dos aviones llegaron al mismo hotel, sólo para que les dijeran que no habría sitio para ellos y que tenían que subir a los autobuses de nuevo e ir a otro hotel. Me imagino a qué hora se habrán acostado. 

Esta mañana, tras una noche inesperada en lo que era un agradable hotel de cuatro estrellas, y un desayuno de buffet para aprovechar al máximo lo inesperado, volvemos a subirnos a los autobuses y nos llevan de vuelta al aeropuerto para intentarlo de nuevo. 

Por supuesto, a estas alturas, ya no somos pasajeros. Somos una comunidad. La gente está saludando a aquellos con los que hablaron mientras se desarrollaba la «crisis» anoche. La aerolínea está llevando a casa a un gran grupo de personas, muchas de las cuales ya están familiarizadas. Se han intercambiado historias y fotos de niños. Se han compartido planes perdidos y anécdotas sobre las continuas interrupciones de los viajes, y se ha proporcionado alguna traducción del español al inglés. 

El piloto tuvo la amabilidad de dirigirse a los pasajeros para explicarles todo lo sucedido, saliendo de la cabina para hablar con todos. En general, todo el mundo se lo ha tomado con buen humor y con una paciencia encomiable.

De hecho, hay una dinámica a bordo visiblemente diferente y más amistosa de lo que estoy acostumbrado, y como digo, hago este viaje a menudo. Así que, aunque voy a llegar más tarde de lo que había planeado, tengo una noche gratis en un hotel decente, un desayuno de puta madre, con suerte 220 libras de compensación e incluso he visto cómo se formaba y disipaba una comunidad etérea. 

Me lo quedo por EasyJet.

P.D. Obviamente estoy publicando esto después del hecho, no pudiendo hacerlo en pleno vuelo. Una última nota. En el descenso, el avión se tambaleó de repente hacia el cielo una vez más, ya que por alguna razón era necesario dar una vuelta de campana. Hubo algunos gritos, pero el capitán nos aseguró tranquilamente que todo iba bien. Un avión precedente había informado de un impacto con un pájaro al aterrizar y el control de tráfico aéreo quería comprobar que la pista estaba despejada. Una última nota a pie de página de lo que consideraremos una pequeña aventura.


Wednesday, 26 June 2024

Iceberg, dead behind.

En español abajo.

Given the infrequency with which I now make these posts, it would be understandable if, dear reader, you’d thought the blog were dead. So what can have moved me sufficiently to write once again, finally, after so long an absence?



Well, July 4th. A day of great importance, for once, on both sides of the Atlantic. It’ll come as no surprise to anybody who’s read these entries over time that I regard the Tories as a corrupt, incompetent rabble. And a few short days from now they’re going to be swept from power with what, if the polls are to be believed, will be devastating completeness.



If that’s what comes to pass it will not be a first. At least in my lifetime, once the Tories have held power for some time, people seem to come to their senses (from my point of view) and comprehensively remove them from government. And while I will of course be happy if Labour sweep in with a large majority and some sense of society and civil conscience dictates political decision-making – in theory, at least – the reasons why it may be quite such a thrashing are a bit depressing, to be honest.



Putting aside the fact that Labour haven’t had to do or say a damn thing to build a huge lead in the polls, simply letting the Tories’ own vices and indifference to poorer people do their work for them, a significant element of their loss of vote share is going to be the Reform Party splitting it. 

The idea that Nigel Farage, who got his craved-for Brexit, should still be relevant in British politics, and apparently likely to enter parliament as an MP, should of course be an indicator of just how shit things are right now, thanks in large part to the great, shining turd of a decision that he campaigned for. 

But, while there seems to be evidence that even some Leave voters are beginning to accept that Brexit was a stupid fucking idea in the first place, the ongoing presence of that xenophobic, Putin-apologist gobshite on our screens betrays a lurch even further to the right by a chunk of the electorate.

 Brexit didn’t deliver the land of milk and honey that we were all promised? Their much-trumpeted £350 million per week inexplicably never got sent to the NHS? But that must have been true – their campaign bus said so. Just goes to show how deeply those pesky immigrants have screwed things for us. Let’s keep hammering that immigration nail for all it’s worth, shall we?



So we face the unedifying prospect of the far-right spectre in parliament on both sides of the channel. (That's how I view Reform, for all their efforts at in-public respectability.)

 And once the dust settles, and Labour have to actually govern, as they surely will because the polls can’t be that badly wrong, what the hell are they going to be able to do?

The red wall will surely go back up now that those Leave voters have got what they wanted. But nationally, the damage is already done. Brexit isn’t going to be undone any time soon - and why would the EU allow it anyway? - so Labour are just going to have to rearrange the damn deckchairs on the Titanic once again and hope nobody notices we’re still sinking.



Never mind, though. At least England are going great guns in the Eur… oh.

(Here's an addition, made a couple of days after posting this, about the true face of the Reform mob, in case anybody were in any doubt.)

Dada la poca frecuencia con la que ahora hago estas entradas, sería comprensible que, querido lector, dieras por muerto el blog. Entonces, ¿qué puede haberme movido lo suficiente como para volver a escribir, por fin, después de tanto tiempo de ausencia?



Bueno, el 4 de julio. Un día de gran importancia, por una vez, a ambos lados del Atlántico. No sorprenderá a nadie que haya leído estas entradas a lo largo del tiempo que considere a los conservadores una chusma corrupta e incompetente. Y dentro de unos pocos días van a ser barridos del poder con lo que, si las encuestas son creíbles, será una demoledora totalidad.



Si eso es lo que ocurre, no será la primera vez. Al menos durante mi vida, una vez que los conservadores han estado en el poder durante algún tiempo, la gente parece entrar en razón (desde mi punto de vista) y desalojarlos completamente del gobierno. Y aunque, por supuesto, me alegraré si los laboristas arrasan con una amplia mayoría y algún sentido de la sociedad y la conciencia civil dicta la toma de decisiones políticas, en teoría, al menos, las razones por las que puede ser una paliza tan grande son un poco deprimentes, la verdad.



Dejando a un lado el hecho de que los laboristas no han tenido que hacer ni decir una maldita cosa para construir una enorme ventaja en las encuestas, simplemente dejando que los propios vicios de los conservadores y su indiferencia hacia los más pobres hagan el trabajo por ellos, un elemento significativo de su pérdida de votos va a ser la división del Partido Reformista. 

La idea de que Nigel Farage, que consiguió su ansiado Brexit, siga siendo relevante en la política británica, y que aparentemente pueda entrar en el parlamento como diputado, debería ser un indicador de lo mal que están las cosas en este momento, gracias en gran parte a la gran y brillante decisión de mierda por la que hizo campaña. 

Pero, si bien parece haber pruebas de que incluso algunos votantes del Leave están empezando a aceptar que el Brexit fue una puta idea estúpida en primer lugar, la presencia continua de esa mierda xenófoba y apologista de Putin en nuestras pantallas delata un bandazo aún más a la derecha por parte de una porción del electorado.

¿El Brexit no ha traído la tierra de leche y miel que nos prometieron? ¿Sus tan cacareados 350 millones de libras semanales inexplicablemente nunca se enviaron al NHS? Pero tenía que ser verdad, su autobús de campaña lo decía. Eso demuestra hasta qué punto nos han jodido las cosas esos molestos inmigrantes. Vamos a seguir martillando ese clavo de la inmigración por todo lo que vale, ¿de acuerdo?



Así que nos enfrentamos a la poco edificante perspectiva del espectro de la extrema derecha en el parlamento a ambos lados del canal. (Así es como veo la Reforma, a pesar de todos sus esfuerzos por la respetabilidad pública).

 Y una vez que el polvo se asiente, y los laboristas tengan que gobernar de verdad, como seguramente harán porque las encuestas no pueden estar tan equivocadas, ¿qué demonios van a ser capaces de hacer?

El muro rojo seguramente volverá a levantarse ahora que los votantes del Leave han conseguido lo que querían. Pero a nivel nacional, el daño ya está hecho. El Brexit no se va a deshacer a corto plazo (y, de todos modos, ¿por qué lo permitiría la UE?) así que los laboristas van a tener que reorganizar las malditas tumbonas del Titanic una vez más y esperar que nadie se dé cuenta de que seguimos hundiéndonos.



Pero no importa. Al menos Inglaterra va viento en popa en la Europacop... ¡joder!

(He aquí un añadido, hecho un par de días después de publicar esto, sobre la verdadera cara de la chusma Reform, por si alguien tenía alguna duda).

Wednesday, 1 November 2023

Carry on screaming

En español abajo

Today is a bank holiday in Spain. All Saints' Day is one of those days where things are rather different to how they are back home in the UK. For many families in this still deeply religious country, today is a day to visit the graves of departed loved ones, take fresh flowers, clean and tidy things up. It can mean some people visiting multiple cemeteries in what, for them, is a day of duty and obligation to people they loved. It did get me wondering if that's where the iconography that we associate with Halloween came from now - no doubt this signposts my ignorance, and to others this is all too clear - but I've never really been a fan of Halloween, regarding it as just another sign of the Americanisation of British culture. (I'm aware the tradition comes from Celts rather than the US, but it's to the US we must look for the origins of trick-or-treating and dressing up, at least as it's done now.)

Needless to say, this same creep has happened in Spanish society, and Halloween as it's celebrated even in my village would be very, very familiar to those of you back home. When I worked in Shaftesbury Avenue, the office overlooked a fancy dress shop. A proper, hire-the-nice-quality-stuff-and-bring-it-back-when-you're-finished costumier rather than one of those places that sells cheap polyester onesies. On October 30th and even 31st itself, the queue for this place would run all the way down Shaftesbury Ave from the shop door and into Cambridge Circus. The shop had to hire people to keep the line in order and prevent waiting customers from blocking the doorways of the other businesses between those two points. Now those of you who know me will immediately recognise my bafflement at a) paying good money to dress up for such a manufactured 'occasion' and b) leaving it to the day itself to sort this out.

Anyway, I digress. Though I don't really 'do' Halloween, today being a holiday meant lots of people were around and free to go out last night. So out we went. There were, as per my comments above about American cultural imperialism (though we can only look to ourselves for the guilt here, not to the Americans), lots of kids running about in costumes with little plastic buckets full of sweets. Plenty of adults dressed up too, and one of the bars had put on a sort of scary escape room. At just €1 per ticket, and mindful of how well this had been done before by the same bar, a group of us went in. 

Inexplicably, one of our number was my missus. Why inexplicable? I'm glad you ask. The list of things that have scared her to the point of screaming include, but are a very long way from being limited to:

• Her own hair.
• The duvet on her own bed.
• The muppet baby carol singers in The Muppet Christmas Carol.
• Bilbo Baggins' scary moment in The Hobbit, when he sees the ring again. OK, I'll give her that one, but:
• Her mate Andy touching her hand in the cinema to warn her, as requested, about the imminent, single scary moment in the movie. 

She once joined the queue with her closest friend for a horror-themed ride at Thorpe Park or somewhere similar, I can't remember which it was, only for them both to bale out and leave because they got too scared in the queue for said ride. Need I add more? But I can't fault the woman's bravery - if I were that easy to scare, I'd be staying in the damn bar.

Anyway, in we go. Mobiles are confiscated, leaving just one between all of us - don't want too much light being shed on the magic in there. It was extremely well done, with a search for a paper note that would enable your escape being the point of it. The moment we came in, ghouls emerged from the darkness to accost us, grabbing at our backs and trying to herd us toward the human head being boiled in a pot, or the hollow tree stump from which another fiend would jump out at us. I was unable to join in the hunt because I was, frankly, helpless with laughter and the constant screaming coming from Cris. She clung to me like I was the only buoy on a stormy sea, at one point screaming when one of our own party touched her back to draw her attention to something. 

I think we must have taken a while longer than other teams, because at one stage - faced with a child-sized doll in a white dress laying in a coffin, attended by another underworld beastie, one of the attendant denizens growled 'busca' at me - 'search', as if to tell me this was where we'd find the paper. And find it I did, as the only one prepared to forage around the 'coffin' in case something lurched out of it.

As we emerged and were handed our phones back, that same denizen - dressed remarkably familiarly, in his silver-trimmed robe, to the chap who'd counted our number in and taken the tickets earlier - said we'd been the most fun group to go through. Possibly because of the constant 'feedback' they got from one of our number, whose throat is sore this morning from all the screaming. Same time next year, no doubt...


Hoy es festivo en España. El Día de Todos los Santos es uno de esos días en los que las cosas son bastante diferentes a como son en el Reino Unido. Para muchas familias de este país todavía profundamente religioso, hoy es un día para visitar las tumbas de los seres queridos difuntos, llevar flores frescas, limpiar y ordenar. Algunas personas visitan varios cementerios en lo que, para ellos, es un día de deber y obligación para con sus seres queridos. Esto me llevó a preguntarme si de ahí procedía la iconografía que ahora asociamos con Halloween -sin duda esto demuestra mi ignorancia, y para otros está demasiado claro-, pero nunca me ha gustado Halloween, ya que lo considero una muestra más de la americanización de la cultura británica. (Soy consciente de que la tradición procede de los Celtas y no de los EEUU, pero es en los Estados Unidos donde debemos buscar los orígenes del truco o trato y de disfrazarse, al menos tal y como se hace ahora).

Ni que decir tiene que este mismo arrastramiento se ha producido en la sociedad española, y Halloween, tal y como se celebra incluso en mi pueblo, os resultaría muy, muy familiar a los de casa. Cuando trabajaba en Shaftesbury Avenue, la oficina daba a una tienda de disfraces. Una tienda de disfraces de verdad, de las de alquila lo que quieras y devuélvelo cuando hayas terminado, en lugar de uno de esos sitios que venden monos de poliéster baratos. El 30 de octubre e incluso el mismo 31, la cola para entrar en este lugar recorría toda la avenida Shaftesbury desde la puerta de la tienda hasta Cambridge Circus. La tienda tenía que contratar a gente para mantener el orden en la cola y evitar que los clientes que esperaban bloquearan las puertas de los otros negocios entre esos dos puntos. Los que me conozcáis reconoceréis inmediatamente mi perplejidad por: a) pagar un buen dinero para vestirme para una "ocasión" tan fabricada y b) dejar que el propio día lo solucionara.

En fin, divago. Aunque yo no soy muy de Halloween, el hecho de que hoy fuera festivo significaba que había mucha gente libre para salir anoche. Así que salimos. Había, como comenté antes sobre el imperialismo cultural estadounidense (aunque sólo podemos culparnos a nosotros mismos, no a los estadounidenses), muchos niños corriendo disfrazados con cubos de plástico llenos de caramelos. También había muchos adultos disfrazados, y uno de los bares había montado una especie de escape room terrorífico. A sólo 1€ la entrada, y teniendo en cuenta lo bien que lo había hecho antes el mismo bar, entramos un grupo. 

Inexplicablemente, uno de los nuestros era mi pareja. ¿Por qué inexplicable? Me alegro de que me lo preguntes. La lista de cosas que la han asustado hasta el punto de gritar incluyen, pero están muy lejos de limitarse a:

- Su propio pelo.
- El edredón de su propia cama.
- Los bebés cantores de villancicos de Los Teleñecos en Cuentos de Navidad.
- El aterrador momento de Bilbo Bolsón en El Hobbit, cuando vuelve a ver el anillo. Vale, le concedo esa, pero:
- Nuestro amigo Andy tocándole la mano en el cine para advertirle, como le había pedido, del inminente y único momento de miedo de la película. 

Una vez se puso a la cola con su mejor amiga para una atracción de terror en Thorpe Park o en algún sitio similar, no recuerdo cuál, y las dos se largaron porque se asustaron demasiado en la cola de la atracción. ¿Necesito añadir más? Pero no puedo culpar a la valentía de la mujer - si yo fuera tan fácil de asustar, me quedaría en el bar.

De todos modos, entramos. Los móviles son confiscados, dejando sólo uno entre todos nosotros - no queremos que se arroje demasiada luz sobre la magia que hay ahí dentro. Estuvo muy bien hecho, con una búsqueda de una nota de papel que te permitiría escapar. En cuanto entramos, los demonios emergieron de la oscuridad para abordarnos, agarrándonos por la espalda e intentando llevarnos hacia la cabeza humana que se estaba hirviendo en una olla, o hacia el tronco hueco del que saltaría otro demonio. Yo no podía unirme a la cacería porque, francamente, estaba indefenso por las risas y los gritos constantes que salían de Cris. Se aferraba a mí como si fuera la única boya en un mar tempestuoso, y en un momento dado gritó cuando uno de los nuestros le tocó la espalda para llamarle la atención sobre algo. 

Creo que tardamos un poco más que otros equipos, porque en un momento dado, frente a una muñeca de tamaño infantil vestida de blanco que yacía en un ataúd, atendida por otra bestia del inframundo, uno de los habitantes del lugar me gruñó "busca", como diciéndome que era allí donde encontraríamos el papel. Y lo encontré, porque era el único que estaba dispuesto a hurgar en el "ataúd" por si algo salía de él.

Cuando salimos y nos devolvieron los teléfonos, ese mismo habitante -vestido de forma notablemente familiar, con su bata plateada, al tipo que había contado nuestro número y sacado las entradas antes- dijo que habíamos sido el grupo más divertido. Posiblemente por los constantes "comentarios" de uno de los nuestros, que esta mañana tiene la garganta irritada de tanto gritar. El año que viene a la misma hora, sin duda...


Sunday, 14 May 2023

Disenfranchised and disgruntled

En español abajo

It's election time in Spain again. Local elections - on which I've written in the past on here. Given what's happened in our town hall over the course of the term that's currently ending, this one's an intriguing affair and every vote counts. That's always the case in areas with low populations, of course, and it makes it even more important, if you're of a mind to pay attention to matters of politics, or complain about how things are run, that you exercise your democratic right. 

So I was slightly concerned when polling cards arrived for my partner and her sister, but not for me. Not to worry, I was assured. The vote's not until May 28th, they've only just started sending them out. It'll arrive. Well it turns out, dear reader, that it will not in fact arrive. Why's that? A very good question.

Last time round, Britain was still in the two-year interim period while the Tories negotiated the exit terms, a sort of pre-Brexit limbo that held things loosely in place and more or less as they'd been before the referendum. As a then-EU citizen, my right to live and work in any country within the EU was automatic. I didn't have to do anything beyond register myself as living in Viana do Bolo and that was it - I was on the electoral roll. Couldn''t vote in the general elections, though that right still extends to me in the UK for 15 years after moving abroad. But in the local council elections, where the things that affect my village's residents most immediately are decided, I could.

You can probably guess where this is going. The two-year interim period is over, and with that the automatic rights conferred on EU citizens are lost to those from outside it. I have been, without any notification, removed from the electoral roll along with every other British citizen living in Spain. I can still vote, but I have to request that I do so in every single election in which I wish to vote from now on. I was completely unaware of this fact, and I'm not alone in my ignorance; according to the BBC, of the 400,000+ Brits living in Spain, fewer than 37,000 have registered for these elections. Under 10%. I don't doubt that some of that will be down to indifference, laziness or a rejection of Spanish party politics, but I suspect a lot of it will be down to the fact that they simply didn't know they had to.

I'm not going to rehash my view on the idiocy of leaving the EU here. It seems, finally, that the people who either voted out of ignorance, or xenophobia, or desperation for change – any change – to the shitty way things were going, or whatever the hell their reasons were, are now realising it wasn't the right call. We've all seen the documentary on Grimsby a place that most certainly voted Leave out of desperation. Things, of course, haven't got better for these people - they've continued to get worse, with a cost of living crisis kicking in to accelerate that decline.

So I'll settle for saying that I'm still waiting for a single one of these mythical 'benefits' of leaving the EU to kick in. We've got blue passport covers again, and... what? The automatic rights of free movement, residence and employment within the EU have gone. Increased bureaucracy in both imports and exports exacerbating already significant supply-chain issues. Import duties on anything you buy from the UK and deliver to the EU, making anything coming from a British company so much more expensive as to not be worth bothering with. (Oh, and this is going to get worse soon. Soon we'll have to pay a Visa waiver to enter the EU, similar to what we currently have to pay to visit the USA.) Absolutely no decrease whatsoever - quite the opposite - in the number of desperate people trying to get into the UK illegally. (How the fuck did people think immigration was going to be affected in the slightest by leaving the EU? The legal immigrants we need, and who do jobs that Brits don't want to do any more, no longer feel welcome. And the illegal immigrants have considerably more urgent concerns to worry about).

And now, a little cherry turd on the top of the shit cake that is the whole clusterfuck, Brits who live abroad find their general lives more difficult, and over 90% of us in Spain won't be voting in this month's elections. So yeah, thanks, Brexit. Even though I've left the country partly in response to the insane, incomprehensible and idiotic referendum result, its consequences continue to fuck things up for me and everybody else.


De nuevo es tiempo de elecciones en España. Elecciones municipales, sobre las que ya he escrito aquí en otras ocasiones. Teniendo en cuenta lo que ha ocurrido en nuestro ayuntamiento a lo largo de la legislatura que ahora termina, se trata de un asunto interesante y cada voto cuenta. Siempre es así en las zonas con poca población, por supuesto, y eso hace que sea aún más importante, si estás dispuesto a prestar atención a los asuntos políticos o a quejarte de cómo se gestionan las cosas, que ejerzas tu derecho democrático. 

Por eso me preocupé un poco cuando llegaron las papeletas electorales de mi pareja y su hermana, pero no las mías. No hay que preocuparse, me aseguraron. La votación no es hasta el 28 de mayo, acaban de empezar a enviarlas. Ya llegará. Pues resulta, querido lector, que no va a llegar. ¿Y eso por qué? Una muy buena pregunta.

La última vez, Gran Bretaña aún estaba en el período provisional de dos años mientras los conservadores negociaban las condiciones de salida, una especie de limbo pre-Brexit que mantenía las cosas más o menos como estaban antes del referéndum. Como ciudadano de la UE, mi derecho a vivir y trabajar en cualquier país de la UE era automático. No tuve que hacer nada más que registrarme como residente en Viana do Bolo y ya está: estaba en el censo electoral. No podía votar en las elecciones generales, aunque ese derecho me sigue amparando en el Reino Unido desde 15 años después de trasladarme al extranjero. Pero en las elecciones municipales, donde se deciden las cosas que afectan más inmediatamente a los vecinos de mi pueblo, sí podía.

Probablemente adivinen adónde va esto. El periodo transitorio de dos años ha terminado, y con él los derechos automáticos conferidos a los ciudadanos de la UE se pierden para los de fuera de ella. He sido, sin notificación alguna, eliminado del censo electoral junto con todos los demás ciudadanos británicos que viven en España. Todavía puedo votar, pero tengo que solicitarlo en cada una de las elecciones en las que desee votar a partir de ahora. Desconocía por completo este hecho, y no soy el único en mi ignorancia; según la BBC, de los más de 400.000 británicos que viven en España, menos de 37.000 se han inscrito para estas elecciones. Menos del 10%. No dudo que parte de ello se deba a la indiferencia, la pereza o el rechazo a la política partidista española, pero sospecho que gran parte se deberá a que simplemente no sabían que tenían que hacerlo.

No voy a repetir aquí mi opinión sobre la idiotez de abandonar la UE. Parece, finalmente, que la gente que votó por ignorancia, xenofobia o desesperación por un cambio -cualquier cambio- en la mierda de cosas que estaban pasando, o cualesquiera que fueran sus razones, se están dando cuenta ahora de que no era la decisión correcta. Todos hemos visto el documental sobre Grimsby, un lugar que sin duda votó "Leave" por desesperación. Las cosas, por supuesto, no han mejorado para esta gente, sino que han seguido empeorando, con una crisis del coste de la vida que ha acelerado el declive.

Así que me conformaré con decir que sigo esperando a que se haga efectiva una sola de esas míticas "ventajas" de salir de la UE. Volvemos a tener fundas azules para el pasaporte y... ¿qué? Han desaparecido los derechos automáticos de libre circulación, residencia y empleo dentro de la UE. Aumento de la burocracia tanto en las importaciones como en las exportaciones, lo que agrava los ya importantes problemas de la cadena de suministro. Derechos de importación para todo lo que se compre en el Reino Unido y se entregue en la UE, con lo que todo lo que proceda de una empresa británica será tanto más caro que no merecerá la pena molestarse en comprarlo. (Ah, y esto va a empeorar pronto. Pronto tendremos que pagar una exención de visado para entrar en la UE, similar a lo que tenemos que pagar actualmente para visitar EE.UU.). No ha disminuido en absoluto, sino todo lo contrario, el número de personas desesperadas que intentan entrar ilegalmente en el Reino Unido. (¿Cómo coño pensaba la gente que la inmigración iba a verse afectada en lo más mínimo por la salida de la UE? Los inmigrantes legales que necesitamos, y que hacen trabajos que los británicos ya no quieren hacer, ya no se sienten bienvenidos. Y los inmigrantes ilegales tienen preocupaciones bastante más urgentes de las que preocuparse).

Y ahora, como guinda del pastel de mierda que es todo este lío, los británicos que viven en el extranjero tienen la vida más difícil en general, y más del 90% de los que estamos en España no votaremos en las elecciones de este mes. Así que sí, gracias Brexit. Aunque he abandonado el país en parte como respuesta al demente, incomprensible e idiota resultado del referéndum, sus consecuencias siguen jodiéndome las cosas a mí y a todo el mundo.

Tuesday, 31 January 2023

Yeah the high art and Renaissance splendour is OK, I guess. But I'm here for the pasta.

En español abajo.

Habits can be easy to form and hard to break. That’s what’s happened with this blog lately, as I’ve lapsed into the habit of thinking about writing articles instead of actually writing them, then regarding it as too late to put into words what I wanted to write about once it finally occurred to me to do so.

I also worry that it gets a bit self-indulgent if it’s about my travels with my partner, for example, which is lately what I’ve mainly got to talk about. We did a bit of a tour of Andalucia in October, getting to know a part of Spain I’d never been to either as a visitor to this country or a resident. We saw some sights of incredible beauty, both natural and man-made, rich and layered in history and greatly relevant in Spain, and Europe’s, history. I got some photos of some of this stuff, though I worry if they did them justice, and will put some of that down in the next entry. 


But I started writing this on a plane, on my way back from a week-and-a-bit’s trip to Italy. I’d suggested a long weekend in Siena to my other half, as it was a place I’d heard good things about and wanted to visit. She took that idea and quickly turned it into nine days that took in Florence - a favourite of ours - Siena, Pisa, Lucca and various other places, travelling around by train. So, in the face of some pretty dire weather forecasts, off we went.


Those who know me well are aware that Italian cuisine is my absolute number one. I’d happily eat pasta every day of my life, with a good Carbonara being my final meal of choice, should I ever find myself in that unfortunate position. So I’m always a very happy and slightly more rotund individual when we come back from Italy and this occasion has proved no exception. A few reflections on what we saw and I’ll leave you in peace.

Firstly, the trains. There’s a horrible saying about Mussolini, that whatever this faults, at least he made the trains run on time. This doesn’t offer a particularly positive preconception of public transport in the country. Well my experience of Italian trains, with him thankfully long gone, is that they’re punctual, pretty reliable and run across an extensive network that will get you pretty much anywhere you want to go in the country.

Pisa. You think first, and possibly only, of the tower, of course. Reading about it beforehand, its apparently leaning at four degrees off the vertical. That didn’t sound like much to me, and from the angle we first approached it, with it leaning toward us, it didn’t look particularly noticeable. But get the right side of it, and bloody hell. It really leans. It’s an impressive building in its own right, both typical of the grandiose architecture of its age – all marble and columns – and simultaneously atypical of the norm, in that the church, baptistry and tower on the site are all separate, where they’re usually found combined into single buildings that soften the cruciform shape of the church’s outline.


Doesn't look too lean-y from this angle, does it?





But when you get there, it's either really
leaning or the whole city's on the piss.















Everyone, and I mean everyone, does that thing where they pretend to hold it up in their photos. (I’m the exception that proves that 

rule, of course.) They line up to do it. My 

missus and I had a little bet on whether a 

group of South American nuns would do so - 

I maintained they wouldn’t, and lost. But they’d clearly never seen any photos of what it was they were trying to achieve, and all had their arms at different angles. It looked more like 

the world’s worst YMCA dance performed by 

stag do, than what they were going for.


Pisa was otherwise pleasant enough, 

with plenty of old town to keep us interested, 

but was otherwise notable mainly for the unbelievably good pizza we had on the last night before flying home. Where else did we go? I’m glad you asked.

Siena was gorgeous. The central square, 

the Campo, where they run the famous Palio

didn’t disappoint - I can only imagine what it’s like when filled with the sound and fury of the race days. From there, a bus journey to San Gimignano, the Manhattan of Tuscany, a tiny place where wealthy Medieval families engaged in financial willy waving of the architectural kind, competing to see who could have the most impressive tower. So you’ve got this New York-type skyline rising out of the Tuscan landscape from what’s basically a dot on the map. Completely overwhelmed with tourists in the summer by all accounts, it was deserted when we went and very peaceful.


Ahh, Siena.

Lucca, where the locals walk or cycle the 4km perimeter of the intact defensive walls from the same period. A small place inside those walls, with a central square built over the (still partially visible in places) remains of a Roman amphitheatre. This was a place to walk narrow streets and discover little shops and restaurants.


And Florence, of course, where the shock of once again being in a world city with millions of people and diversity after what’s been nearly six years living in a small village now, was quickly overtaken by the awe of the beauty and scale of the art and architecture in this birthplace of the Renaissance. It’s a place where money was spent on making beautiful things simply because wealthy and powerful families thought that’s how it should be, rather than solely for the glory of the Church. If you’re into this stuff, Florence is an absolute must-see.

Here we are, home again, with Carnival looming and the fulion already resounding in the town square in the evenings. Though I love the travels, and I’m particularly missing going to Brighton & Hove Albion with my friends and brother right now, when we’re better than we’ve ever been, during Carnival there’s no place I’d rather be than Viana.


Los hábitos son fáciles de crear y difíciles de romper. Eso es lo que me ha pasado últimamente con este blog, ya que he caído en el hábito de pensar en escribir artículos en lugar de escribirlos realmente, y luego considerar que era demasiado tarde para poner en palabras lo que quería escribir una vez que finalmente se me ocurrió hacerlo.

También me preocupa que resulte un poco egoísta cuando se trata de mis viajes con mi pareja, por ejemplo, que es últimamente de lo que más tengo que hablar. En octubre hicimos una pequeña gira por Andalucía, conociendo una parte de España en la que nunca había estado. Vimos algunos lugares de increíble belleza, tanto naturales como artificiales, ricos en historia y de gran relevancia en la historia de España y de Europa. Saqué algunas fotos de algunas de estas cosas, aunque nunca refleja la verdadera belleza de la realidad, pondré algo de eso en la próxima entrada. 


Pero empecé a escribir esto en el avión, de vuelta de un viaje de una semana y pico a Italia. Le propuse a mi otra mitad pasar un fin de semana largo en Siena, un lugar del que me habían hablado muy bien y que me apetecía visitar. Ella cogió la idea y la convirtió rápidamente en nueve días que incluían Florencia -una de nuestras ciudades favoritas-, Siena, Pisa, Lucca y varios lugares más, viajando en tren. Así que, a pesar de las malas previsiones meteorológicas, nos pusimos en marcha.


Los que me conocen bien saben que la cocina italiana es mi favorita. Sería feliz comiendo pasta todos los días de mi vida, y una buena Carbonara sería mi última comida, si alguna vez me encontrara en esa desafortunada situación. Así que siempre soy una persona muy feliz y un poco más regordeta cuando volvemos de Italia, y esta vez no ha sido una excepción. Unas cuantas reflexiones sobre lo que vimos y os dejo en paz.

En primer lugar, los trenes. Hay un dicho horrible sobre Mussolini que dice que, sean cuales sean sus defectos, al menos hizo que los trenes funcionaran a su hora. Esto no ofrece una idea preconcebida especialmente positiva del transporte público en el país. Mi experiencia con los trenes italianos, afortunadamente ya desaparecidos, es que son puntuales, bastante fiables y circulan por una extensa red que te llevará prácticamente a cualquier punto del país al que quieras ir.

Pisa. Lo primero en lo que piensas, y posiblemente lo único, es en la torre, por supuesto. Leyendo antes sobre ella, parece que se inclina cuatro grados sobre la vertical. A mí no me pareció gran cosa, y desde el ángulo en que nos acercamos, con la torre inclinada hacia nosotros, no se notaba demasiado. Pero si te pones en el sitio justo, ay caray, se inclina de verdad. Es un edificio impresionante en sí mismo, típico de la grandiosa arquitectura de su época -todo mármol y columnas- y al mismo tiempo atípico en cuanto a que la iglesia, el baptisterio y la torre están separados, cuando normalmente se encuentran combinados en un solo edificio que suaviza la forma cruciforme del contorno de la iglesia. 


Todo el mundo, y digo todo el mundo, hace eso de fingir que la sostiene con las manos en sus fotos. (Yo soy la excepción que confirma la regla, por supuesto.) Hacen cola para hacerlo. Mi pareja y yo hicimos una pequeña apuesta sobre si un grupo de monjas sudamericanas lo harían; yo decía que no, y perdí. Pero estaba claro que nunca habían visto ninguna foto de lo que intentaban hacer, y todas tenían los brazos en ángulos diferentes. Parecía más el peor baile YMCA del mundo realizado por una despedida de solteras que lo que pretendían.


Por lo demás, Pisa fue bastante agradable, con un casco antiguo que nos mantuvo interesados, pero destacó sobre todo por la pizza increíblemente buena que comimos la última noche antes de volar a casa. ¿Dónde más fuimos? Me alegro de que lo preguntes.

Siena era preciosa. La plaza central, el Campo, donde se celebra el famoso Palio, no me decepcionó; sólo puedo imaginarme cómo es cuando se llena del sonido y la furia de los días de carrera. Desde allí, un viaje en autobús a San Gimignano, el Manhattan de la Toscana, un pequeño lugar donde las familias medievales adineradas se dedicaban a hacer tejemanejes financieros de tipo arquitectónico, compitiendo por ver quién tenía la torre más impresionante. Así que el paisaje de la Toscana se llena de rascacielos al estilo neoyorquino en lo que no es más que un punto en el mapa. A pesar de que en verano se llena de turistas, cuando fuimos estaba desierta y muy tranquila.


Lucca, donde los lugareños recorren a pie o en bicicleta los 4 km de perímetro de las murallas intactas de la misma época. Un pequeño lugar dentro de esas murallas, con una plaza central construida sobre los restos (aún parcialmente visibles en algunos lugares) de un anfiteatro romano. Un lugar para pasear por callejuelas estrechas y descubrir pequeñas tiendas y restaurantes.

Y Florencia, por supuesto, donde el shock de volver a estar en una ciudad mundial con millones de personas y diversidad después de lo que ahora han sido casi seis años viviendo en un pequeño pueblo, fue rápidamente superado por el asombro ante la belleza y la escala del arte y la arquitectura de esta cuna del Renacimiento. Es un lugar donde el dinero se gastaba en hacer cosas bellas simplemente porque las familias ricas y poderosas pensaban que así debía ser, en lugar de hacerlo únicamente por la gloria de la Iglesia. Si te gustan estas cosas, Florencia es una visita obligada.

Aquí estamos, de nuevo en casa, con el Carnaval a las puertas y el fulión resonando ya en la plaza del pueblo por las noches. Aunque me encantan los viajes, y echo especialmente de menos ir al Brighton & Hove Albion con mis amigos y mi hermano ahora mismo, cuando estamos mejor que nunca, durante el Carnaval no hay lugar en el que prefiera estar que en Viana.

Saturday, 13 August 2022

August lunacy

En español abajo.

August here means fiestas. So the village is unusually full, with people who no longer live in Viana, or who have never lived here but whose family come from here, and are here for their holidays in large numbers. This weekend in particular, from Friday 12th to Monday 15th – a bank holiday – is when all sorts of events are laid on for the edification and entertainment of young and old alike.

There's a funfair, of course, and live music laid on for the important pre-lunch vermouth hour and evenings. The bars are rammed and the terraces throng with people, at least where there's shade at the moment. Some of the events are thought up and organised by locals rather than council, and are therefore entirely unofficial. One such is a midnight excursion of canoes and paddle boards onto the lake which almost surrounds the village. 

On the night of the full moon – and what a moon it was, a deep red at first, large and properly bright – about 40 of us headed down to the pontoon where a thriving club for paddle boarders and canoeists has its base. The lake being artificial, and its level subject to the needs of hydroelectric power generation as well as natural considerations like rainfall, meant the pontoon itself was stranded, sagging dry and forlorn some  distance from the water. So task one was to lug all the boats, boards, oars and lifejackets for those who wanted them down to the water's edge. 

Off we set. This is an illuminated affair - fairy lights, torches and so on are handed out so everybody is lit up and can clearly be seen even on cloudy nights. Round the tip of the peninsula we went, people watching us from high up on the bridge into town.

You can just about see the lower bridge which obstructed us at the foot of the main one.
Photo: S Lopesilvero

Though the bridge too is standing several metres higher above the waterline than normal, we'd usually pass under it and head off in that direction. But the water is so low at the moment that the medieval bridge that marked the original crossing, usually hidden deep beneath about thirty feet of water, is standing proud of the surface and blocked our way.

No matter. A wave at the spectators high above us and a 180-degree turn to head back whence we came, at which point events took a decidedly Galician turn. Now were this a British event, I imagine one or two might bring a beer with them, but in the main, beers would be taken either back on shore from cold boxes, or back in town afterwards, the boats and kit all safely stowed. Not here.

Pic: S Lopesilvero

Pulling all the boats and boards together into a sort of makeshift island, beers were passed round. Liqueurs, both coffee-flavoured and the most popular herby ones that I don't like at all, were passed round. Bread and jamon was passed round. A bottle of champagne opened to toast a club member's birthday. All this out on the water. Everything dutifully tidied away – we're big on not littering, having removed rubbish from the lake when it was even lower a few years back – and it was off into town for a drink. That's another thing that I never did back home; go out for a drink at well past 1 a.m.

Last night featured an 80s-themed party round the whole village, with the bars and locals dressed up accordingly and the bands playing era-appropriate music. A flash-mob type dance featuring around fifty of the locals in the main square went off superbly - genuinely joyful and uplifting. They'd been rehearsing in the town's sports hall for some days, including one night when forest fires and thunderstorms left them in darkness. 

Today, Saturday 13th, is feria, the busiest one of the year, and there will be more live music. This is possibly the day of the year, other than Carnival or the Mascarada, that Viana is at its busiest. Last night I got in at 4 a.m. Tonight, if my diminishing capacity to stay out late drinking allows, it could be later still. 

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Aquí, agosto es sinónimo de fiestas. Por ello, el pueblo está inusualmente lleno, con gente que ya no vive en Viana, o que nunca ha vivido aquí pero cuya familia es de aquí, y que viene a pasar sus vacaciones en gran número. Este fin de semana en particular, del viernes 12 al lunes 15, día festivo, se organizan todo tipo de eventos para la educación y el entretenimiento de jóvenes y mayores.

Hay un parque de atracciones, por supuesto, y música en directo para la importante hora del vermú y las noches. Los bares se llenan y las terrazas se llenan de gente, al menos donde hay sombra en este momento. Algunos de los eventos son ideados y organizados por los lugareños y no por el ayuntamiento, por lo que son totalmente extraoficiales. Uno de ellos es una excursión nocturna de canoas y tablas de paddle en el lago que casi rodea el pueblo. 

La noche de la luna llena -y qué luna era, de un rojo intenso al principio, grande y muy brillante-, unos 40 compañeros nos dirigimos al pontón donde tiene su base un próspero club de practicantes de paddle boarding y piragüismo. Como el lago es artificial y su nivel está sujeto a las necesidades de la generación de energía hidroeléctrica, así como a consideraciones naturales como la lluvia, el pontón estaba varado, seco y abandonado a cierta distancia del agua. Así que la primera tarea fue arrastrar todas las embarcaciones, tablas, remos y chalecos salvavidas para los que los quisieran hasta la orilla del agua. 

Nos pusimos en marcha. Se trata de un asunto iluminado: se reparten luces de hadas, antorchas y demás para que todo el mundo esté iluminado y se pueda ver claramente incluso en las noches nubladas. Damos la vuelta a la punta de la península, mientras la gente nos observa desde lo alto del puente que lleva al pueblo.

Aunque el puente también se encuentra varios metros por encima de la línea de flotación, normalmente pasamos por debajo y nos dirigimos en esa dirección. Pero el agua está tan baja en este momento que el puente medieval que marcaba el paso original, normalmente oculto bajo unos diez metros de agua, se levanta orgulloso de la superficie y nos bloquea el paso.

No importa. Un saludo a los espectadores en lo alto y un giro de 180 grados para regresar por donde vinimos, momento en el que los acontecimientos dieron un giro decididamente gallego. Si se tratara de un evento británico, imagino que uno o dos podrían llevar una cerveza, pero en general, las cervezas se llevarían a la orilla desde cajas frías, o de vuelta a la ciudad después, con los barcos y el equipo bien guardados. Aquí no.

Reuniendo todas las embarcaciones y tablas en una especie de isla improvisada, se repartieron las cervezas. Se repartieron licores, tanto de café como los más populares de hierbas, que no me gustan nada. Se repartió pan y jamón. Se abrió una botella de champán para brindar por el cumpleaños de un miembro del club. Todo esto en el agua. Todo se recogió debidamente (somos partidarios de no ensuciar, ya que hace unos años retiramos la basura del lago cuando estaba más bajo) y nos fuimos a la ciudad a tomar una copa. Eso es otra cosa que nunca hice en mi país: salir a tomar una copa más allá de la 1 de la madrugada.

Anoche se celebró una fiesta de temática ochentera por todo el pueblo, con los bares y los locales disfrazados en consecuencia y los grupos tocando música de la época. Un baile tipo flash-mob en el que participaron unos cincuenta vecinos en la plaza principal fue magnífico, realmente alegre y animado. Llevaban varios días ensayando en el polideportivo del pueblo, incluida una noche en la que los incendios forestales y las tormentas eléctricas les dejaron a oscuras. 

Hoy, sábado 13, es feria, la más concurrida del año, y habrá más música en directo. Este es posiblemente el día del año, aparte del Carnaval o la Mascarada, en que Viana está más concurrida. Anoche llegué a las 4 de la mañana. Esta noche, si mi menguante capacidad para estar hasta tarde bebiendo lo permite, podría ser más tarde aún.

Saturday, 14 May 2022

So... yeah. This just happened.

(En español abajo).

I was unable to use my 50th birthday present last year, a hot-air balloon flight gifted to me collectively by my missus and a group of friends. Today was the day, finally, when the flight happened. Now those who know my partner will be aware not only of how much she hates flying, but how much she hates unnecessary risk on things like hot-air balloons, rollercoasters and so on generally.

I've come down off a rollercoaster before, one that looked and moved like a giant fly swatter and flipped you over, to find her in tears on the ground. But she knows I enjoy this stuff and was kind enough to pitch in - as she has done before, for paragliding in Menorca, for example. It meant an early start - I was up and away before 6am to get there, but on arrival we had to wait to inflate the thing because there was mist on the ground. While I was waiting, I received a couple of messages - "Aren't you scared?" and "I love you".

Don't worry, I reassured her. Statistically, I was in more danger on the car journey to get there than I will be in the balloon. Eventually, off we went. I confess to a moment of wobbly leggedness when we passed through the low cloud and rose above it, but it's calm up there, the pilot was experienced and relaxed, and the views were magnificent.

We'd had a safety briefing about landings. If there's wind, it can be bouncy. You have to brace yourselves against both the person you're flying with, and the basket, pushing hard with legs and arms in case it gets bouncy. Thank fuck we all paid attention, the ten passengers, because the landing - though I've heard the only bad landing is one you don't walk away from - felt pretty bad from the inside. 

The first indication anything was wrong was when the pilot announced we were at 400 metres, only to suddenly realise we were at 600 and travelling much faster than we had been. A storm was coming and the wind had risen. We had to find somewhere to land. 

On occasions like this, nature has a habit, it seems, of punishing human hubris by giving you a little reminder of just how tiny you are. Our reminder came in the form of a crash, frankly. Unable to control the balloon against an unpredictable and changing wind, we were blown downward toward a village. I could see we were going to crash - the pilot had all three burners going full blast, but we were still sinking, and I could see we weren't going to clear a telegraph pole or something. The pilot shouted to brace ourselves, and never have I done so with quite such force.

We hit the pole hard. I mean hard. We were doing 50km/h, the pilot said afterwards, when we slammed into it, pulling power cables with us. We then hit a roof, and I looked up to see the pilot wrestling what I assume were live wires off us as he fought for a measure of control, while the balloon deflated above us. Electricity, fire and escaping gas - what a marvellous sight that wasn't. Still out of control, we then crashed into a tree and the basket tipped on its side. Then another tree. We eventually came to a halt, on the ground thank fuck - though that wasn't clear to us at the time - in another tree, having gouged a path through them. 

Err, it was like that before...


Everybody was able to clamber out of the thing and walk away. Some whiplash injuries and a few bumps and bruises, but nothing serious. Pale-faced locals, now without electricity in their little village as we'd dragged their infrastructure across a field, came to our aid after what must have looked appalling from the ground. Then police, ambulance and firefighters turned up. It's all over the local news. It was, I confess, one of the scariest moments of my life.

A couple of odd reflections. Nobody screamed. There was silence, amid the horrible noises of the thumps and foliage, in the basket, apart from my friend Manuela, against whom I was braced, asking me if I was OK while the crash was still happening, apparently because of my silence. And what was I thinking while this was happening? Well - honestly, I was thinking of my missus. Specifically, about how she'd likely be cross that, after all her warnings and fears for this type of thing, she may be proved right if that's how I was to meet my end. 

Yeah, they're fucked.















All well, dear reader. I guess if we were in the States, we'd now be looking forward to countless millions in compensation. We missed out on the champagne that was supposed to await us on completing the flight, but frankly, the only thing I give a damn about is that everybody, including the pilot, was OK. If you wanna see pictures, it's on the local newspaper's website here.

(As a postscript, we met my missus, my friend's brother and a mate for lunch nearby, as had been planned all along. And, not three hours after the crash, they presented us with T-shirts they'd rushed out to have printed, reminding us not to go on hot-air balloon flights while there's a storm brewing. Sound advice.)

Bastards.
(Joke's on them. There's a double space...)


El año pasado no pude usar mi regalo de 50 años, un vuelo en globo aerostático que me regalaron colectivamente mi novia y un grupo de amigos. Hoy fue el día, por fin, en que decidimos volar en globo. Quienes conozcan a mi pareja sabrán no sólo lo mucho que odia volar, sino lo mucho que odia los riesgos innecesarios en cosas como los globos aerostáticos, las montañas rusas y demás en general.

Alguna vez he bajado de una montaña rusa, una que parecía y se movía como un matamoscas gigante y te daba la vuelta, para encontrarla llorando mientras nos esperaba a la salida. Pero ella sabe que me gustan estas cosas y tuvo la amabilidad de colaborar, como lo ha hecho antes, por ejemplo, para hacer parapente en Menorca. Tuve que madrugar: me levanté antes de las 6 de la mañana para llegar allí, pero al llegar tuvimos que esperar para inflar el globo porque había niebla en el suelo. Mientras esperaba, recibí un par de mensajes: "¿No tienes miedo?" y "Te quiero".

No te preocupes, la tranquilicé. Estadísticamente, corría más peligro en el viaje en coche para llegar allí que en el globo. Finalmente, nos pusimos en marcha. Confieso que me temblaron las piernas un poco cuando pasamos por la nube baja y nos elevamos por encima de ella, pero allí arriba reina la calma, el piloto era experimentado y estaba relajado, y las vistas eran magníficas.

Tuvimos una charla de seguridad sobre los aterrizajes. Si hay viento, puede ser algo movido. Hay que apoyarse tanto en la persona con la que se vuela como en la cesta, empujando con fuerza con las piernas y los brazos en caso de que se produzca un movimiento fuerte. Menos mal que todos los diez pasajeros prestamos atención, porque el aterrizaje -aunque he oído que el único aterrizaje malo es aquel del que no se sale caminando- fue bastante movido desde dentro de la cesta. 

El primer indicio de que algo iba mal fue cuando el piloto anunció que estábamos a 400 metros, para darse cuenta de repente de que estábamos a 600 y viajando mucho más rápido de lo que deberíamos. Se avecinaba una tormenta y el viento se había levantado. Teníamos que encontrar un lugar para aterrizar. 

En ocasiones como ésta, la naturaleza tiene la costumbre de castigar la arrogancia humana con un pequeño recordatorio de lo pequeño que eres. Nuestro recordatorio llegó en forma de choque, francamente. Incapaces de controlar el globo contra un viento imprevisible y cambiante, fuimos arrastrados hacia un pueblo. El piloto tenía los tres quemadores a pleno rendimiento, pero seguíamos cayendo y veía que no íbamos a librar un poste de la luz. El piloto gritó que nos agarráramos, y nunca lo había hecho con tanta fuerza.

Golpeamos el poste con fuerza. Quiero decir con mucha fuerza. Íbamos a 50 km/h cuando nos estrellamos contra él, arrastrando los cables eléctricos. Entonces chocamos contra un tejado y miré hacia arriba para ver al piloto arrancando del globo, lo que supongo que eran cables vivos, mientras luchaba por recuperar algo de control, mientras el globo se desinflaba por encima de nosotros. Electricidad, fuego y el gas del globo: qué espectáculo tan maravilloso. Todavía fuera de control, nos estrellamos contra un árbol y la cesta se volcó. Luego otro árbol. Finalmente nos detuvimos, en el suelo, menos mal -aunque en ese momento no sabíamos si era el suelo-, en otro árbol, después de haber abierto un camino a través de ellos. 

Todo el mundo pudo salir por su propio pie. Algunas lesiones en las cervicales, algunos golpes y magulladuras, pero nada grave. Los habitantes de la zona, con el rostro pálido y sin electricidad en su pequeño pueblo, ya que habíamos arrastrado su infraestructura por el campo, acudieron en nuestra ayuda después de lo que debió parecer espantoso desde el suelo. Luego aparecieron la policía, la ambulancia y los bomberos. Salió en todas las noticias locales. Fue, lo confieso, uno de los momentos más aterradores de mi vida.

Un par de reflexiones extrañas. Nadie gritó. Hubo silencio, en medio de los horribles ruidos de los golpes y el follaje, contra la cesta, aparte de mi amiga Manuela, contra la que estaba abrazado, preguntándome si estaba bien mientras el chocábamos con todo, aparentemente preocupada por mi silencio. ¿Y en qué pensaba yo mientras esto ocurría? Pues, sinceramente, pensaba en mi novia. En concreto, en que probablemente se enfadaría porque, después de todas sus advertencias y temores por este tipo de cosas, podría tener razón si era así como iba a encontrar mi final. 

Todo bien, querido lector. Supongo que si estuviéramos en Estados Unidos, ahora estaríamos esperando innumerables millones en indemnizaciones. Nos perdimos el champán que se suponía que nos esperaba al terminar el vuelo, pero francamente, lo único que me importa es que todos, incluido el piloto, estuvieran bien. Si quieres ver fotos, está en la página web del periódico local aquí.

(Como epílogo, nos reunimos con mi novia, el hermano de mi amigo y un compañero para comer cerca, como estaba previsto. Y, menos de tres horas después del accidente, nos obsequiaron con unas camisetas que se habían apresurado a imprimir, recordándonos que no debemos hacer vuelos en globo mientras haya tormenta. Gran consejo).